MEJOR FUERA QUE DENTRO. MEJOR ANTES QUE DESPUÉS. PEQUEÑA APORTACIÓN A LA ESCASA POSIBILIDAD DE QUE LA CÁRCEL NO DAÑE A UNAS PERSONAS PARA PROTEGERNOS A OTRAS. PSICÓLOG@S DURANTE.

09.05.2024

"Si pudiéramos empezar a ver gran parte de la enfermedad no como un desafortunado incidente o un aciago misterio, sino como «la consecuencia esperable, y por tanto, normal, de unas circunstancias anormales y antinaturales», las implicaciones en nuestra forma de abordar todo lo relacionado con la salud serían revolucionarias. Los dolientes cuerpos y mentes que hay entre nosotros no se considerarían ya expresiones de patología individual, sino alarmas vivientes que dirigen nuestra atención hacia lo que se ha torcido en nuestra sociedad, y hacia el hecho de que las certidumbres y los supuestos dominantes relacionados con la salud son, en realidad, ficciones. Si los viéramos con claridad quizá incluso nos proporcionarían pistas sobre qué haría falta para cambiar de rumbo y construir un mundo más sano".
                                                                                                     Gabor Mate. "El mito de la normalidad"

Voy a intentar fundamentar la necesidad de atención psicológica por parte de las personas presas durante su estancia en la cárcel.

Por una parte, ANTES DE INGRESAR EN PRISIÓN, para evitar las conductas que se establecen como constitutivas de delito, se requiere el desarrollo de un sistema nervioso capaz de controlar y modular los estímulos y tomar decisiones que no pongan en peligro a otras personas ni a sí mismos.

Actualmente es un hecho probado que las vivencias adversas en la primera infancia configuran el desarrollo del Sistema Nervioso de forma divergente comprometiendo algunas estructuras cerebrales involucradas en la regulación o modulación emocional y el control de impulsos.

La regulación o modulación emocional es la capacidad para mantener nuestros afectos, emociones y sentimientos dentro de un rango que nos permita un comportamiento eficiente y adaptado.

El funcionamiento integrado del sistema nervioso del adulto es la culminación de un proceso de crecimiento que comienza muy temprano, a las cuatro semanas de concepción, y que no termina hasta entrada la tercera década de la vida. Nacemos con un sistema nervioso por hacer. La consecución de una buena integración depende desde el principio del establecimiento de un vínculo interpersonal significativo. El bebé no puede lograrlo sólo, o por lo menos no puede lograrlo sólo de una manera adecuada. Necesita una figura de apego suficientemente buena: otra persona que le cuide y le trate bien.

Los chicos y las chicas que sufrieron adversidad temprana deben enfrentarse a los retos de la adolescencia desde una posición de desventaja; son víctimas del daño sufrido y de unos cambios neurológicos que no pueden evitar ni controlar. Necesitan que los adultos que los rodean se comprometan en el esfuerzo de reactivar e intensificar el vínculo de apego para sentar las bases de un funcionamiento cerebral saludable.

Nuestro cerebro es más sensible a las interacciones con nuestros semejantes que a cualquier otro tipo de estímulo. Son las relaciones con otras personas las que determinan el desarrollo de las redes neuronales que configuran nuestro sistema nervioso.

En los chicos y las chicas víctima de maltrato se eleva el tono del sistema nervioso autónomo y provoca hipertensión, taquicardia, diarrea, aumento de la temperatura corporal, aumento de la tensión muscular, … y se manifiesta como hiperactividad, irritabilidad, un exceso de alerta, tendencia a sobresaltarse con facilidad, … En esta situación, es fácil que caigan en comportamientos impulsivo, con reacciones de huida o de lucha explosivas y descontroladas. Tras ese estado se producirá un agotamiento de la respuesta y caerán hacia el otro extremo, activándose la rama parasimpática que les hará caer en estados de astenia, depresión y desmotivación, falta de energía, embotamiento emocional y falta de reactividad a los estímulos del entorno.

Muchas investigaciones han corroborado la relación entre las experiencias de maltrato en la infancia y la aparición de trastornos psiquiátricos en la adolescencia y la vida adulta. Las evidencias son sólidas, un estudio prospectivo reciente relaciona psicopatología en el adulto con antecedentes de maltrato, especialmente con negligencia y abuso emocional.

Es importante aclarar que la responsabilidad del origen de los malos tratos no es únicamente atribuible a la familia. La sociedad y la cultura en la que vivimos producen contextos, instituciones y creencias que promueven la violencia y los malos tratos. El modelo económico dominante, con su funcionamiento y estructura, provoca injusticia, desigualdades sociales y situaciones de estrés e inseguridad en algunos casos muy graves.

El carácter distinto, agravado y resistente al tratamiento de los problemas psíquicos que sufren las personas con antecedentes de maltrato en la infancia ha hecho surgir la idea de que quizá se trate de trastornos con síntomas muy similares a los que tienen otro origen, pero con un sustrato neurobiológico diferente; serían ecofenotipos, tal y como han propuesto Teichner y Samson.

En el modelo psicopatológico tradicional nos encontramos con ciertas conductas y pensamientos, los etiquetamos como síntomas y los remitimos a una anomalía subyacente en el interior del individuo (en el cerebro). En este sentido se plantea un debate en torno a las clasificaciones de trastornos mentales y su utilidad, puesto que utilizamos esas "etiquetas psiquiátricas" para explicar las conductas del sujeto (las mismas que nos indicaron el diagnóstico). Parece que no solo es necesario conocer la neurobiología, sino que es fundamental considerar la influencia del entorno en las personas, en particular el contenido de las relaciones interpersonales.

Si la salud mental y física del adulto depende del funcionamiento integrado de su sistema nervioso y este depende a su vez del neurodesarrollo moldeado por las relaciones interpersonales, tendremos que concluir que estas van a determinar la salud mental y física del adulto.

Fuente: Benito Moraga, R. "Cerebros moldeando otros cerebros". Desclée De Brouwer. Bilbao 2004.

Por otra parte, la cárcel es en sí mismo un entorno total y maltratante. LA VIDA EN LA CÁRCEL Y SUS CONSECUENCIAS:

Vivir en prisión no implica únicamente la falta de libertad, también conlleva la pérdida de relaciones y contactos sociales, falta de seguridad personal y la exposición a riesgos importantes para la salud física y mental. Se trata de espacios de exclusión e inseguridad que comprometen gravemente la identidad y la intimidad, con consecuencias terribles a nivel físico y psicológico que ya fueron expuestas por Valverde Molina en 1993.

Como consecuencia del encarcelamiento se observa en las personas presas un proceso denominado prisionización.

Cristina Moreno García-Conde defiende en su tesis Consecuencias psicológicas del encarcelamiento a larga duración:

"Tras la entrada en prisión debida al incumplimiento de la ley que lleva a consumar una pena junto con la privación de libertad, provoca en los internos de forma no consciente la adquisición de nuevas conductas y valores generados por la subcultura carcelaria; todo ello siendo influidos por factores como la personalidad de cada individuo, la situación creada y sus circunstancias. Como consecuencia de ello, se generan diferentes formas de adaptación a este nuevo contexto (Echeverri Vera, 2010). Según lo recogido por Echeverri Vera (2010), este proceso no solo afecta a la conducta, sino que también tendrá repercusión en las consecuencias psicológicas de los reclusos. Por lo tanto, estas consecuencias negativas generadas por el proceso de prisionización, se consideran un efecto perjudicial como consecuencia de la entrada en prisión. En cuanto a los distintos efectos nocivos de este proceso, autores como Arroyo y Ortega (2009), diferencian tres niveles de afectación según el momento adaptativo en el que se encuentren: con la entrada en prisión se observa una respuesta regresiva y anhelante; en casos de inadaptación a la situación penitenciaria, se evoluciona a un desajuste en pautas de conducta con reacciones violentas además de a un daño a nivel afectivo con características de ansiedad y depresión. En caso de continuar con deterioro, se observa un nuevo estadío, donde se encuentra una patología mental severa (citado por Altamirano Argudo, 2013 p. 113). Adicionalmente, Herrera y Expósito (2010) añaden dos efectos más como consecuencia de este proceso de prisionización: un acrecentamiento en cuanto a la condición de dependencia, así como una desvalorización del propio individuo (citado por Altamirano Argudo, 2013, p. 113)".

Tras su estudio, establece como las consecuencias más destacadas las siguientes:

  • Baja autoestima: poco aprecio hacia uno mismo
  • Ansiedad: estado de activación e inquietud permanente
  • Somatización: conversión de problemas psíquicos en síntomas físicos como la fatiga o el dolor de cabeza
  • Insomnio: dificultad para conciliar o mantener el sueño. Puede estar generado tanto por el consumo de sustancias como por la depresión.
  • Presentismo y ausencia de expectativas: pérdida del sentido del futuro
  • Pérdida de control: deterioro en el dominio a la hora de actuar
  • Pérdida de la vinculación con la familia: abandono del rol llevado a cabo en la familia y grupo de amigos previo al encarcelamiento
  • Desproporción reactiva: respuestas exageradas ante situaciones con poca importancia pudiendo generar conflictos con otros presos o con el centro
  • Pérdida de intimidad: ausencia de momentos personales de tranquilidad y reflexión
  • Baja socialización: disminución del comportamiento social
  • Síndrome amotivacional: falta de interés en los distintos ámbitos de la vida
  • Psicosis: alteración en la percepción de la realidad y de la personalidad
  • Consumo de sustancias: adquisición y consumo de sustancias estupefacientes desarrollando alcoholismo o toxicomanía con el objetivo de anular recuerdos o normalizar afectos o ansiedad.
  • Depresión: disminución del estado anímico que genera consecuencias graves a nivel físico y psicológico
  • Reexperimentación del trauma: aparición de recuerdos intrusivos del momento traumático generando angustia.
  • Evitación y embotamiento emocional: rehuir de situaciones que recuerden al trauma pudiendo generar falta de reacciones afectivas.
  • Despersonalización: sentimiento de extrañeza hacia uno mismo o hacia el propio cuerpo.
  • Transformación de la realidad: posible aparición de trastornos de personalidad sin rasgos característicos previos debido a un estrés extremo
  • Comportamiento atípico: junto con el problema de la falta den control de estímulos, la persona presa realiza comportamientos infrecuentes con respecto a su personalidad previa al trauma
  • Daños neuropsicológicos: daños físicos a nivel cerebral.

Todas estas consecuencias están basadas en estudios realizados entre el 2004 y el 2016

Fuente: Moreno García-Conde, C. "Consecuencias Psicológicas del encarcelamiento de larga duración". Facultad de ciencias humanas y sociales de la Universidad pontificia de Comillas. Madrid 2018 (dirigida por Nereida Bueno Guerra)

Estudio sobre Experiencias Adversas en la infancia (ACEs)

El Estudio de Experiencias Adversas en la Infancia (Estudio ACE - Feliti y otros, 1998) es un estudio de investigación realizado por la organización estadounidense de salud Kaiser Permanente y Centers for Disease Control and Prevention. Los participantes fueron reclutados para el estudio entre 1995 y 1997. Su seguimiento a lo largo de estos años ha demostrado la relación entre las experiencias adversas sufridas en la niñez (ACE por sus siglas en inglés) con problemas sociales y de salud en la edad adulta. Este estudio se cita con frecuencia como un hito notable en la investigación epidemiológica y ha dado lugar a más de 50 artículos científicos y más de 100 presentaciones en conferencias y talleres que analizan la prevalencia y las consecuencias de las ACE. (6)

La pirámide ACE representa el marco conceptual que muestra cómo las experiencias adversas tienen una estrecha relación con el desarrollo de factores de riesgo de enfermedad e inciden el bienestar a lo largo de la vida.

Las experiencias adversas en la niñez (ACE) son comunes. Casi dos tercios de los participantes del estudio informaron al menos una ACE, y más de uno de cada cinco informaron tres o más ACE. La puntuación ACE (una suma total de las diferentes categorías de experiencias adversas, informadas por los participantes), se utiliza para evaluar el estrés infantil acumulado. Los hallazgos del estudio revelan reiteradamente una relación gradual de cantidad de eventos adversos y los resultados negativos de salud e incidencia en el bienestar a lo largo de la vida.

El estudio ACE incluyó 10 traumas infantiles porque fueron mencionados como los más comunes. Los primeros resultados de la investigación se publicaron en 1998, seguidos de otras 57 publicaciones hasta 2011. Estos resultados mostraron que:

  • El trauma infantil era muy común, incluso en personas blancas de clase media, con estudios universitarios y con un excelente seguro médico.
  • Existía un vínculo directo entre el trauma infantil y la aparición de enfermedades crónicas en la edad adulta, así como la depresión, el suicidio, ser violento y ser víctima de violencia.
  • Mayor número de tipos de trauma aumentaron el riesgo de problemas de salud, sociales y emocionales.
  • Las personas generalmente experimentaron más de un tipo de trauma; rara vez se trata sólo de abuso sexual o sólo de abuso verbal.
  • Dos tercios de las 17.000 personas en el estudio ACE tuvieron una puntuación ACE de al menos 1. El 87% por ciento de ellos tenía más de uno.

El estudio ha sido replicado numerosas veces en diferentes países y estados.

Actualmente no se pone en duda la importancia de estas experiencias en el correcto desarrollo y funcionamiento del Sistema Nevioso, sino que por parte de numerosos investigadores de reconocido prestigio se estudia qué tipo de situación adversa afecta a qué estructura cerebral dependiendo del momento del desarrollo en el que se produce (edad de la persona que sufre la situación adversa), y de su género (estudios diferenciales por género).

Fuente: Ponencia del doctor Martin H. Teichner (Departmen of Psychiatry Harvard Medical School. Developmental Biopsychyatry Research Program, McLean Hospital) "Maltrato infantil: periodos sensitivos de exposición y la importancia del tipo y temporalidad del abuso" en las IV Conversaciones sobre Apego y Resiliencia Infantil, San Sebastian, octubre 4-5, 2019:

Cuestionario básico utilizado en el Estudio ACE

Algunos de los esquemas de resultados obtenidos: porcentaje de desarrollo de dificultades de salud mental (en estos casos depresión, consumo de drogas intravenosas e intentos de suicidio) según la existencia vivida de ninguna a 4 o más situaciones adversas en la infancia.

La experimentación de situaciones adversas o traumáticas relacionadas con el maltrato en el desarrollo del sistema nervioso puede convertirse en el camino hacia una muerte prematura.

Algunas de las conclusiones de los estudios de Dr. Teichner sobre la afectación de la exposición a abuso físico, emocional no-verbal y verbal, parental por un lado y realizado por iguales por otro, en el desarrollo del cuerpo calloso en mujeres y hombres. El cuerpo calloso es la estructura que permite la integración horizontal de los hemisferios cerebrales, fundamental para el procesamiento emocional. Se ha estudiado en los mismos términos la afectación en el funcionamiento de la amígdala, estructura que se ocupa prioritariamente del control de impulsos y la regulación de la conducta.

Diferencias entre el funcionamiento de un cerebro expuesto al maltrato y uno no expuesto. 

La conclusión definitiva es que se trata de un funcionamiento claramente diferente, por lo que se van a requerir intervenciones diferentes para tratar los síntomas.

Los tratamientos que se han demostrado útiles con los síntomas derivados de trauma requieren intervenciones terapéuticas que superen la meramente farmacológica.

El trauma es mucho más que una historia sobre algo que sucedió hace mucho tiempo. Las emociones y las sensaciones físicas que quedaron impresas durante el trauma no se experimentan como recuerdos, sino como reacciones físicas perturbadoras en el presente. Es imprescindible en primer lugar encontrar el modo de manejar la agitación provocada por las sensaciones y emociones asociadas con el pasado: trabajar técnicas de regulación emocional.

La formación de los terapeutas especializados en trauma incluye estudiar el impacto del trauma, de los malos tratos y del abandono, y dominar diversas técnicas que puedan ayudar a:

  • Estabilizar y calmar
  • Poner fin a los recuerdos traumáticos y las recreaciones
  • Reconectar con las personas que les rodean.

La Terapia Cognitivo Conductual no se ha demostrado eficaz con las personas traumatizadas, especialmente las que tienen historiales de abuso infantil.

Los fármacos no pueden tampoco "curar" el trauma, tan solo reducir las expresiones de una fisiología alterada. Tampoco enseñan lecciones duraderas de autorregulación. Pueden ayudar a controlar los sentimientos y el comportamiento, bloqueando los sistemas químicos que regulan la activación, la motivación, el dolor y el placer.

Algunos enfoques y técnicas que han demostrado su eficacia son:

  • Terapia del lenguaje (verbal o artístico)
  • EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing)
  • El Yoga
  • Modelo de disociación estructural, o Terapia de los sistemas de la familia interna, que intentan unir y dar sentido a los diferentes módulos de funcionamiento mental en cada ser humano.
  • Neurofeedback
  • Teatro

Fuente: Van der Kolk, B. "El cuerpo lleva la cuenta". Editorial Eleftheria. Barcelona 2020.

A MODO DE RESUMEN Y CONCLUSIÓN:

  • De acuerdo con diversos estudios científicos psicológicos, la causa última más habitual del proceso delincuencia está relacionada con las situaciones adversas vividas en la infancia y la adolescencia.
  • Desde esta perspectiva, el ingreso en la cárcel no supone una mejoría en los procesos psicológicos que determinaron el inicio de una actividad delincuencial y, consecuentemente la entrada en prisión.
  • El mejor recurso desde el que se pueden tratar estas cuestiones es la psicoterapia especializada en el tratamiento del trauma.
  • Este proceso debe de ser realizado por especialistas completamente desvinculados de la institución penitenciaria. La condición mínima de cualquier proceso psicoterapéutico es el mantenimiento de un vínculo de confianza entre paciente y psicólogo, así como de un completo secreto respecto del contenido de las sesiones. El personal de tratamiento penitenciario cumple con una tarea de evaluación del preso, junto con otros profesionales, de cara a la obtención de mejoras o empeoramientos de su situación penitenciaria, lo que es absolutamente incompatible con un papel terapéutico en beneficio del paciente privado de libertad.

Beatriz Remiro Herrero. Psicóloga especializada en trauma y neuroeducación.

Bibliografía:

· Benito Moraga, R. "Cerebros moldeando otros cerebros". Desclée De Brouwer. Bilbao 2004.

· Moreno García-Conde, C. "Consecuencias Psicológicas del encarcelamiento de larga duración". Facultad de ciencias humanas y sociales de la Universidad pontificia de Comillas. Madrid 2018 (dirigida por Nereida Bueno Guerra)

· Van der Kolk, B. "El cuerpo lleva la cuenta". Editorial Eleftheria. Barcelona 2020.